Claustro del Palacio de los Ribera |
Estos datos
sobre el Terremoto de Lisboa en Bornos han sido recabados en el
Instituto Geográfico Nacional, sacados del libro intitulado "Los efectos
en España del terremoto de Lisboa" (1 de noviembre de 1755), cuyo
autor fue José Manuel Martínez Solares. Se trató, sin duda, de uno de los
terremotos más extraordinarios que han sucedido en época reciente, por supuesto
en España, pero quizá también a nivel mundial.
En lo que
respecta a nuestro pueblo de Bornos podemos hacernos una idea a la vista de
estos cuatro informes transcritos de los documentos del Archivo Histórico
Nacional.
1. Informe del Alcaide y
Corregidor de la Villa de Bornos.
En cumplimiento
de la carta Orden que incluye el requisitorio que antecede, yo, don Carlos
Texeiro de Valcarzel, Alcaide y Corregidor de esta villa de Bornos, informo lo
siguiente:
En el día
primero del corriente mes de noviembre amaneció en esta villa claros los
horizontes, despejado el cielo, un poco viento, por lo que se notó había una
niebla no muy densa, aterrada, y la Luna, más crecida que correspondía a los
días que tenía de menguante, pues hallándonos a los cinco de él, parecía no
tener ninguno y hacía un calor no muy propio del tiempo, sobre lo cual no se
hizo la menor reflexión.
A las nueve y
tres cuartos de la mañana, poco más o menos, de dicho día se empezó a sentir un
temblor de tierra con bastante estruendo como de tormenta de lejos, el que, a
el principio algo lento y fue creciendo por instantes su violencia y ruido
hasta notarse en los edificios y casas grandes vaivenes, moviéndose toda la
tierra y estos fueron creciendo hasta que se terminó, el que, no obstante de la
turbación de todos, se notó duraría como ocho o nueve minutos las vibraciones
de los edificios y paredes; parecían haber sido de la parte del Norte a el
Poniente, por lo que a esta parte se han reconocido los mayores daños y por las
aberturas en las paredes que lo denotan.
También se notó
que este río, llamado Guadalete, por dos veces se dividieron las aguas,
suspendiéndose su corriente con intervalo de algún tiempo, el que después
volvió a su curso. Asimismo su nacimiento de agua muy abundante, con lo que
muelen siete molinos de pan y riegan muchas huertas, aunque después de haber
pasado el terremoto volvieron dichas aguas con mucha abundancia a que antes, y
hoy subsiste con más, sin embargo de estar exenta de recoger agua llovediza.
El monasterio de
Padres Gerónimos, extramuros, quedó muy maltratado, estando la Iglesia
cuarteada lo bastante, los claustros, celda prioral, librería y refectorio y
otros oficios en la misma conformidad.
La parroquia de
Santo Domingo, convento de monjes de Padres Franciscos y ermita de la Caridad
corrieron igual desgracia. Como, asimismo, en el Palacio del Excelentísimo
Señor Duque de Medinaceli, dueño de esta villa, se cuarteó la vivienda que
llaman de los Azulejos, que mira a la Plaza de la Fuente, y al Mediodía,
habiéndose abierto la esquina de la torre, la que está amenazando gran ruina a
dicha población.
Casas, una se
hundió y de algunas se han caído como pedazos de pared, uno de mucha
consideración, y quasi las demás han quedado algo cuarteadas.
Desgracias en
personas ni animales no ha habido ninguna, aunque hubo mucha confusión y
espanto en todo el pueblo, pues dejaban todas las Iglesias y casas, saliéndose
la gente a las plazas, calles y campo, según a cada uno le cogía la cercanía
del sitio, conceptuando cada uno que ya era llegada la fin del mundo, pues en
lo natural parece no cabía semejante duración del temblor de tierra, tanta
violencia y estruendo.
Como se
experimentó sin haberse previsto antes otras señales que lo indicase, que las
ya dichas y no reflexionadas o prevenidas entonces. Que es cuanto en mi informe
puedo decir en razón de lo que se me manda por la expresada carta Orden y
requisitorio predicho.
Bornos, y noviembre
veinte y tres de mil setecientos cincuenta y cinco.
Don Carlos
Texeiro de Valcarzel.
2. Informe de los Curas y Beneficiados de la Iglesia Parroquial de Santo Domingo de la dicha Villa de
Bornos.
El vicario,
beneficiados y curas de la Iglesia parroquial de Señor Santo Domingo, de
Bornos, correspondiendo a la atenta demostración que hemos debido a el Señor
Corregidor de ella, de pedirnos expongamos la observancia que hicimos del
terremoto acaecido en el día primero de este mes para informar de dicho fatal
suceso a el Rey Nuestro Señor (Dios le guarde), que desea actuarse de él y sus
circunstancias, decimos:
Que es cierto
que en el referido día, como a la hora de las diez de la mañana, puso a todos los
de este pueblo en el más congojoso conflicto dicho terrible terremoto,
dejándoles entender que le enviaba Su Majestad para acabar sus vidas, pues por
su nunca vista duración que fue de quasi un cuarto de hora y por lo riguroso
del estremecimiento de la terrestre máquina se consideró el más alentado y
varonil a los umbrales de la muerte.
Y a la
extraordinaria conmoción de la tierra imitaron en ella todos los edificios, no
quedando a nadie que dudar se hundirían todos.
Respecto de
haber visto muchos en ademán de trastornarse y oído un pavoroso ruido que
persuadía se desquiciaban y subvertían indefectiblemente, haciendo más
inconsolable la pena en que se observaba debajo de aquella a modo de tonitruosa
[sic] tempestad, hubo quien advirtió en nuestra Iglesia, en la que concurríamos
todos los eclesiásticos, hallándonos en dicha hora en la procesión de tercia,
que desunidos todos los arcos de las paredes entró bastante Sol por algunos de
los huecos que se descubrían, lo que prueba se abrieron los tejados y bóvedas
de ella, y lo evidenció de haber visto caer en todas muchas porciones de mezcla
y algunos fragmentos de ladrillos.
En un nacimiento
de agua muy copiosa que hay en esta villa hubo notable alteración, pues
advirtiéndose a el pronto el temblor alguna escasez en él brotó luego, con
tanto acceso y abundancia, que ha admirado a todos, habiendo sido turbia la que
salió en el principio del incremento.
Por lo que
respecta a daños, resulta de este horror tenemos muchas gracias que dar a Su
Majestad, pues no se hundió fábrica alguna aunque dicha nuestra Iglesia está
muy maltratada y en urgente precisión de repararse, porque habiéndose
reconocido por Peritos, aseguran se caerá si se le dilata el remedio, temiendo
como tiene partidos todos los arcos y deshechas las bóvedas y techos, y que no
se podrá habilitar a que con dos mil ducados.
Todas las
ermitas quedaron también harto ofendidas. Y lo mismo los conventos de San
Gerónimo y de religiosas de Santa Clara y otras muchas casas.
No ha sucedido
desgracia alguna en personas ni animales.
No creemos
pudiera ninguno pronosticar dicho fracaso cuando no hubo señal que lo indicara
mediante bullir en dicha mañana un riguroso aire a el Aquilón, en cuya
constitución no era regular esperarle, porque comúnmente se han experimentado
estos efectos en grande serenidad y porque no se advirtió en los antecedentes
días fetidez alguna en las fuentes ni en los pozos ni en la agua que de ellos
se extraía, premisa cierta de semejantes consecuencias.
Y atendiendo a
lo universal que ha sido, según se dice, en todo el Reino, no nos podemos
persuadir a que provino de natural, sino que se derivó de la Divina
Providencia, cuyos fallos y determinaciones son inexcrutables a nuestra humana
limitada comprehensión.
Que es cuanto
podemos referir. Y lo firmamos en dicha villa, en veinte y uno de noviembre de
mil setecientos cincuenta y cinco años.
Don Manuel
Joseph de la Barra, Don Alonso Suárez de Vega, Don Miguel García Hermoso, Don
Gerónimo Ruiz de Perea.
3. Informe del Prelado y
Comunidad de San Francisco
de dicha Villa de Bornos.
Día primero de
este mes de noviembre del presente año de cincuenta y cinco, habiendo amanecido
sereno, el cielo claro y despejados los horizontes, con un escaso y templado
viento se continuó del mismo modo hasta las diez de la mañana, algunos minutos
menos.
A esta misma
hora se comenzó a sentir un temblor de tierra, al principio con alguna
lentitud, mas fue creciendo por instantes su violencia, tanto que los templos,
casas y demás edificios se notaron desmesurados vaivenes. En estos se
percibieron y notaron como tres repeticiones, aumentándose en cada repetición
la violencia con tal estruendo que, crujiendo y estremeciéndose las bóvedas y
maderos de los techos, amenazaban la más formidable ruina.
También se notó
durante el terremoto el estrépito o ruido como sordo y entrañado en la tierra,
el cual se percibía como de lejos. Su duración se notó sería el tiempo de diez
minutos, a corta diferencia.
La aflicción
general que se padeció en este corto tiempo no es explicable, pues fue tan
grande la confusión y turbación de todos que, desamparando sus casas y
saliéndose de las Iglesias se iban a las calles, plazas y campos, según el
sitio en que cada uno estaba, haciéndose juicio que era el último [día] de su
vida.
Por la Piedad y
Misericordia con que Dios miró a este pueblo no se han reconocido especiales
desgracias en personas ni animales, mas en los templos y edificios hubo algunas
ruinas. En este dicho convento han quedado algunos arcos y paredes con algunas
alturas o rajas, aunque no de las mayores.
El Monasterio
del Señor San Gerónimo padeció bastante en la Iglesia, claustros, celdas, y de
éstas la provincial quedó inhabitable.
La Iglesia
parroquial también padeció y se quebrantó en algunas partes, como también la
ermita de la Caridad.
Un nacimiento
copioso de agua, que tiene este pueblo se reconoció con el terremoto con mucha
más agua, la que, en parte, aún dura todavía.
El río que
también cerca este pueblo es voz de muchos que le vieron que tuvo algunos
movimientos preternaturales en sus aguas, suspendiéndose su corriente por
algunos intervalos de tiempo.
No se ha notado
que alguna persona percibiese o advirtiere señal alguna que pudiese indicar o
anunciar semejante terremoto.
Esto es todo
cuanto en esta Comunidad se ha experimentado y notado, que poder decir con toda
verdad en este informe, en cumplimiento del requisitorio hecho, y por ser
verdad todo lo dicho, lo firmamos el Guardián y los Religiosos discretos y
autorizados, en 22 de noviembre de mil setecientos cincuenta y cinco.
Fr. Christóbal
Crespo de San Bartholomé, Guardián; Fr. Joseph Lorenzo Dávila, Definidor
Lector; Fr. Francisco de los Santos, Definidor; Fr. Lorenzo Dávila, Definidor
Lector.
4. Informe del Prior de San
Gerónimo de Bornos.
Fray Joseph de
los Reyes, Prior de este Monasterio de Nuestra Señora del Rosario, Orden de
Nuestro Padre San Gerónimo, extramuros de la villa de Bornos, habiéndome
exhibido el Señor don Carlos Texeyro de Valcarzel, Corregidor de esta dicha
villa, una carta del Rey Nuestro Señor (que Dios guarde) la que se dirige a que
se dé noticia de lo acaecido sobre el temblor de tierra que hubo el día primero
de este mes de noviembre de 1755, su duración y movimientos, y las ruinas y
perjuicios que ocasionó, digo y declaro fiel y legalmente:
Que por la
mañana de dicho día observaron algunos religiosos una niebla como nubes estar
pegadas con la tierra, estando los horizontes claros y siendo las diez del día,
minutos más o menos, estando cantando la Gloria, se oyó un ruido confuso,
empezando a moverse toda la Iglesia y convento, y cada instante con más fuerza,
moviéndose las Imágenes del altar mayor, como si estuvieran unas hasta caerse
las coronas de sus cabezas, y a la primera situación se destejó toda la parte
del tejado de la Iglesia, que mira a Mediodía, crujiendo las maderas de toda
ella con desmesurado ruido, cayéndose toda la cornisa del arco toral en el plan
[= plano] de la Iglesia.
Duró este
terremoto, según mi poca inteligencia, más de medio cuarto de hora.
Después se
prosiguió la misa, descubriendo a Su Majestad, que estaba en el tabernáculo,
dándole las debidas gracias por no haber asolado todo este Monasterio.
Luego, por la
tarde, registraron todo el Monasterio los alarifes, así de carpintería como de
albañilería, y hallaron que la pared principal que mira a Poniente se había
desnivelado como media vara por el tejado, y un jeme por la mitad, quedando
inhabitable la celda personal, librería y todo el refectorio, porque dicha
pared se está viniendo a tierra con todo el tejado.
Los dos
claustros, el de Mediodía y Poniente, tienen una cuarta sacados por enmedio
hacia la luna del claustro todos los arcos, así del claustro como de todas las
capillas de la Iglesia, rajado y uno apuntalado en el claustro.
Las paredes
principales y tabiques de todas las celdas quebrantados y muchos cielos rasos
caídos.
Fueron tan
grandes sus movimientos, que se movía la torre una vara hacia el Mediodía y
otra hacia el Norte, con todo el edificio.
La pila del agua
bendita se derramó y también el estanque donde se recogen las aguas para regar
la huerta echó fuera el agua por de dos a tres veces con los vaivenes del
temblor.
Es cuanto tengo
que declarar sobre dicho asunto.
Y, para que
conste ser verdad todo lo referido, lo firmé en el Monasterio, en veinte días
del mes de noviembre de mil setecientos cincuenta y cinco años.
Fray Joseph de
los Reyes, Prior de San Gerónimo.
Nota final
El terremoto del
sábado 1 de noviembre de 1755, día de Todos los Santos, ocurrido a la hora de
la misa mayor causó un enorme impacto en su época ya que produjo varios miles
de víctimas en Portugal, España y norte de Africa y daños económicos muy
elevados. Fue sentido en la totalidad de la península Ibérica así como en
algunos lugares del resto de Europa occidental, como la zona sur de Francia o
del norte de Italia y se percibió levemente en Hamburgo, aunque en muchas otras
zonas del continente, e incluso de América, se observaron fenómenos asociados
como la alteración de las aguas en calma. También se registraron sus efectos en
alguna de las islas del Atlántico como Cabo Verde, Azores, Madeira y Canarias.
Este importante suceso, de ocurrencia no habitual en Europa, dio lugar a
numerosos escritos y publicaciones de muy distinto tipo como cartas, poemas,
sermones, o también de carácter filosófico y científico entre cuyos autores
podemos citar a pensadores contemporáneos como Ortiz Gallardo de Villarroel o
Feijoo.
Incluso en el
extranjero, intelectuales como Goethe, Voltaire o Kant escribieron sobre el
origen y causa de los terremotos. La gran incidencia social que tuvo este gran
acontecimiento produjo un notable avance en el conocimiento y efectos de los
terremotos y seguramente marcó el inicio de la sismología moderna.
Debido a que fue
en la ciudad de Lisboa donde ocasionó los mayores daños, a causa sobre todo del
incendio que se generó, este gran sismo ha venido en denominarse como el
terremoto de Lisboa, a pesar de estar su epicentro situado en el océano
Atlántico a una distancia de varios cientos de kilómetros, concretamente al
suroeste del Cabo de San Vicente.
A.M.G.P.